Hay que tener cuidado con esto.

La principal característica que identifica a un trabajador de la luz es su vocación de servir a los demás. La necesidad de ser útil al universo es tan fuerte que comúnmente se presenta en nosotros un desequilibrio que nos hace sufrir enormemente, además por si fuera nos aleja de en realidad cumplir con nuestra misión cuyo cumplimiento es algo que tenemos muy presente.

Esto es algo que se le conoce como el síndrome del rescatista, querer rescatar a los demás para poder de esa manera cumplir nuestra misión.

Y es que sin duda, venimos con la intención de hacer a este planeta un lugar mejor. Queremos ayudar a los demás a dejar a un lado el sufrimiento, y reencontrar a todos con el amor. Pero nos confundimos en la forma, pues no venimos a cambiar a nadie, eso es un trampa del ego, la cual nos desgasta y genera bloqueos justamente con los que queremos cambiar, a pesar que nuestras intenciones sean puras.

Al único que en realidad hay que cambiar es a uno mismo. Lo que el trabajador de la luz tiene que entender, que su sola presencia es la que hace que su alrededor se transforme. Esto se vuelve mucho más fuerte en función de que tanto el o ella sean felices. Es nuestra propia felicidad la que hace que la gente a nuestro alrededor se contagie de esta luz.

Es importante en enfocarnos en aceptar y respetar a los demás, en algún lugar y momento, cada quien elige la manera en las que quiere vivir sus propias experiencias. Nuestro desgaste es rotundo si nuestras energías de ayuda no caen con quien las valore. Es como intentar sembrar en un suelo infértil.

Necesitamos amarnos como nada en este mundo, para que nuestra misión en verdad se cumpla.

Debemos confiar en el poder de nuestro propio proceso individual, incluso se siente un enorme alivio el saber que no hay que cambiar a nadie. Pero antagónicamente, en la medida que nos transformamos, empezamos a atraer gente que si quiere cambiar, y es entonces que nuestros aprendizajes incluyendo los que aún están en proceso en realidad funcionan.

Aceptar que no hay que hacer nada por nadie, nos libera y nos empodera. Tu felicidad es la que abre la puerta para la felicidad de otros. Esa es nuestra verdadera misión, no la de intentar rescatar a otros, con el riesgo que caer con vampiros energéticos que hacen como que quieren cambiar pero en realidad se están chupando tu energía.

El universo necesita trabajadores de la luz fuertes, llenos de amor y sobretodo de felicidad. Pues es esta luz la que hace que su misión se cumpla.

Namasté.

La gran paradoja.

Los trabajadores de la luz somos una paradoja viviente, tenemos grandes dones de luz, más sin embargo por mucho tiempo estos dones nos han dado vergüenza compartir, probablemente por que hemos sufrido en tiempos pasados por ellos, pero la realidad es que en la medida que los vemos como un motivo de orgullo nuestra vida y sobretodo nuestra razón de ser en el universo se iluminan.

Uno de mis principales dones ha sido el de escribir, al principio lo hacia a escondidas pues me daba mucho miedo la opinión de los demás y creía que lo hacía muy mal, dudaba del sentido de importancia de hacerlo, así que tarde en hacerlo de nuevo. Pero una vez que lo empecé a hacer por amor, todo empezó a ser satisfactorio por si solo.

Lo más chistoso es que aún sabiendo que mis palabras ayudan a muchas otras personas, me da mucha inseguridad aseverar que así es. Plantearme como alguien cuyas palabras ayudan, hace que mis piernas tiemblen. Indagando no es más que por el miedo asumir la responsabilidad, el miedo a fallar en mi misión, pero curiosamente -una paradoja más- esto me impide avanzar en mi misión.

La duda bloquea de manera muy fuerte nuestros dones espirituales, nos baja el autoestima y nos aparta de hacer lo que venimos a hacer a la tierra.

El trabajador de la luz necesita confiar en si mismo, necesita ser responsable de su propio poder, asi como también necesita saber que no puede poner en nadie más que en si mismo su valor personal. Su poder es valorado por quien lo tiene que valorar. No por nadie más. El trabajador de la luz se vuelve enormemente poderoso en la medida que actúa desde el corazón.

Al entregar las dudas al universo, logramos que nuestro poder se potencialice, cuando las acciones son a través de dejarse fluir en este poder superior nuestros dones en verdad sirven para otras personas.

Yo, y muchos trabajadores de la luz lloramos cuando observamos esa desesperación de servir, esa necesidad de ayudar y ese engaño de nuestro ego de que nos dice que de nada van a ayudar nuestros dones. Pero es todo lo contrario, estamos aquí y nuestra voz es necesaria, solo se trata de enfocarse en un milagro a la vez.

El paso esta en confiar en cada uno de tus pasos, en salir a la luz y dejar que tu propia esencia sea la que brille. Esto se logra cuando confías y dejas de que tus miedos dejen de opacar a quien eres en realidad.

Eres luz que nació para brillar.

Namasté.

Un elemento necesario para cumplir tu misión.

Los trabajadores de la luz tenemos una intensa necesidad de servir al universo, aunque esto puede ser en muchas formas, esta necesidad es muy fuerte. Aquí es donde el viene el gran reto de hacerlo, pues no hacerlo puede generar mucho sufrimiento y frustración, pero el miedo de no saber como hacerlo también es el mayor dolor que los trabajadores de la luz experimentan.

Algo característico en esta vocación de servicio, es la necesidad dar y compartir, pero como buenos seres humanos tenemos un enorme miedo que se nos presenta. Lo cual la mayoría de nosotros hemos permitido que dicha oscuridad se posesione de nosotros, incluso hasta olvidarnos de toda la luz que hay en nuestro interior.

De hecho, podemos llegar hasta cuestionar nuestra razón de vivir, dudamos de si las acciones que hacemos son las correctas, y nos sentimos sin rumbo.

Pero en algún momento recordamos, nuestros ángeles y seres luz nos recuerdan quienes somos, ahí se nos abre la oportunidad de empezar a dar los pasos que necesitamos para en verdad hacer eso que nuestra alma tanto anhela, servir. Sabemos que lo hacemos por que sentimos una sensación de que nuestro propósito elevado se esta cumpliendo.

Lo único es que normalmente la duda sigue presente, y solo es hasta que el trabajador de la luz se ve al espejo y empieza a demostrarse de su capacidad, que el ciclo negativo se rompe y entonces su luz empieza a emerger.

Hasta donde he descubierto, casi todos los trabajadores de la luz nacemos con baja autoestima, o sentimos una enrome frustración en algún momento de nuestras vidas por no poder ayudar como quisiéramos, pero esto lejos de ser una condena es un motivo de aprendizaje, es lo que nos hace crecer y nos hace encontrar quienes somos, cuando aprendemos a valorarnos nuestra luz brilla como nunca antes.

Así que confía en ti, solo cuando lo haces tu luz finamente es capaz de iluminar a otros. El universo solo puede manifestarse a través tuyo cuando confías en ser el maravilloso canal de amor que realmente eres.

Tu mantra es “confía”, al practicarlo en verdad te vuelves el poderoso trabajador de la luz que el universo necesita.

Namasté.

P.d. Om mani pad me hum (googlea el significado)

Cuidarse del ego.

La forma en que me descubrí a mi mismo como un trabajador de la luz, fue a través de darme cuenta por lo que realmente mi corazón palpitaba. Eso me hico descubrir un nuevo mundo que jamás me había imaginado, y sobretodo empecé a querer ese mundo. Pero sin darme cuenta, lo que estaba haciendo me estaba alejando de eso mismo.

Me paso descubrir a muchas personas que hacían ya cosas que yo quería hacer. Mi ego me dijo: “ves, no hay lugar para ti”. Recuerdo en particular, que tenía yo muchas ganas de crear un boletín (el cual pronto se hará realidad), y de repente descubro uno prácticamente igual al que yo tenía en mente.

A pesar que de nuevo, mi ego me dijo que ya se había llenado ese hueco, paradójicamente en ese mismo boletín, la persona escribió sobre la importancia de compartir nuestra luz, y que el se sentiría halagado si alguien lo copiaba, pues también su boletín era influencia de otras personas. Lo que en pocas palabras quería decir, es que cada quien es capaz de reflejar la divinidad de maneras distintas.

De hecho, el llamado que sentimos, es justo por que el mundo necesita nuestra luz, en cualquier área que nos apasione. De hecho, un mismo tema dicho por personas distintas, genera un impacto diferente en quien lo recibe, por aquello de los temas de la vibración.

Por otro lado, hay que tener cuidado con los egos de los demás. Pues habrán ocasiones, que inconscientemente hagan comentarios que pretendan desalentarte o criticarte, y es entonces donde hay que entender que no es su parte de luz, si no su sombra la que habla.

La mayoría de nosotros nacemos cubiertos por nuestras propias sombras, con un enorme temor hacia nuestra luz. Pero es justo ese nuestro gran trabajo espiritual, dejar a un lado los miedos, y escoger al amor de una vez por todas.

Hasta donde se, es imposible eliminar el ego, de hecho es parte de nuestro trabajo espiritual permanente. Por eso es tan importante estar en contacto con nuestro amor interior, cultivándolo y fomentándolo. Es muy difícil avanzar por nuestro camino espiritual sin la fuerza amorosa de lo divino.

Hay que saber desarrollar la confianza interior, ya que mientras más fuerte sea tu luz, será tu sombra. Solo es a través de la fe que en verdad podemos regresar a ser lo que somos, y a cumplir con la misión amorosa, por la que estamos aquí.

Namaste.

Yo puedo, pero ¿Soy requerido?

Desde que tengo conciencia, siempre he sido muy servicial. Me encanta lo bien que se siente ayudar a los demás, y hacer algo para hacer el mundo mejor. Eso me ha hecho sentir maravillosamente muchas veces, pero quizás me ha hecho sufrir enormemente, otras veces. Esto es importante, ya que si queremos servir al universo, tenemos que estar bien, para poder hacerlo adecuadamente.

Para poder dar, hay que tener. El camino del servicio empieza en uno mismo. Lo que quiere decir que para poder servir, hay que practicar el amor, eso implica estar bien en primera instancia, para poder dar. Eso es dar desde la abundancia, en lugar de la carencia.

Lo que me hacía sufrir, es algo que se conoce como ser «el/la rescatador», que dicho de una forma práctica significa, meterse donde no te llaman. Cuando te desvives por dar, en particular a quien no te lo ha pedido terminas en desgaste.

Yo por mucho tiempo fui un rescatador, creía que venía a salvar al mundo. Y para ello necesitaba ayudar a todos, enseñarles y hacerles ver cuál era «la verdad» de la felicidad.

El resultado era que terminaba herido, con frustración y rencor, muy lejos de ser amor. Pero es que no entendía, como las personas podían vivir de la manera que vivían, tan alejadas en mi visión del amor, tan desconectadas de sí mismas y de la vida. Simplemente no había entendido un pequeño detalle: cada quien viene a vivir su propia experiencia

En algún lugar y en algún tiempo elegimos las experiencias que vamos a enfrentar para poder aprender. Esto quiere decir que las personas viven  y deben vivir sus propias experiencias, así lo eligieron. Por ende lo debemos respetar. Querer cambiar a las personas no es ser amoroso, aceptarlas lo es.

Cuando consideramos que alguien puede estar mejor, lo mejor es rezar por la persona. Normalmente si algo puedes hacer y es el momento, todo se dará con naturalidad.

He también de confesar, que mis ganas de enseñar o rescatar a otros, no era más que un profundo y oculto pretexto para no enseñarme a mí mismo, y sanar mi interior. Con el tiempo descubrí, que lo que realmente vale la pena compartir, es la propia acción de cómo te has sanado.

Muchos trabajadores de la luz, podemos caer en una confusión en la forma en la que podemos dar servicio al universo, pues pensamos que debemos rescatar a las personas, o dar sin recibir. Pero esa misma necesidad de servir -innata en la trabajadores de la luz- bien orienta es muy poderosa.

Esto parte con de tu verdadero poder personal, que es ser feliz. Esa la manera más importante de ayudar al mundo, no diciendo, sino siendo. El universo siempre es muy claro cuando nos necesita, lo único que hay que hacer es aprender a seguir nuestra intuición, lo que implica callar nuestra mente.

En mi experiencia, la paz que vivo sin estar forzando mi ayuda al universo, es fenomenal. Pues con eso ya estoy sirviendo a mi propósito. Me costó entenderlo, pero la gran gracia divina está en ser no en hacer. Lo importante es ponerse en disposición, y estar lo mejor disponible posible. Es decir, mientras más hayas sanado, mejor puedes servir.

Namaste.